Música sugerida: Human, de The Killers.
Cuando termina el invierno, Rosario se sacude la modorra de los encuentros cerrados. La gente se despereza junto con los árboles, y salir a caminar o correr por Boulevard Oroño, se vuelve un espectáculo delicioso para la vista. Gente de todo tamaño y color, pulula entre las palmeras que le dan un toque de exuberancia europea a una ciudad que estuvo gris cemento por medio año. Días más largos, tardes más cálidas y la vuelta al reencuentro con amigos en algún café.
Mis amigos y yo, solemos tomar nuestro cortado, casi diario, en el bar de la librería el Ateneo. Cuando comienza a deponer la tarde, se puede ver el peregrinaje masivo de quienes terminan de trabajar y de cumplir con las compras céntricas, mezclados con quienes se dedican al paseo peatonal. Hacia el oeste, nos regodeamos en el verdor de la plaza Pringles, hacia el este, la infinitud de la peatonal Córdoba, llena de gente que pulula de un lado a otro, mirando sin mirar.
Una de tantas tardes de días de semana, entre clases de universidad y horarios de laburo, nos juntamos Ti, Ario y yo. Ario encencdió su Gold leaf después de pedir los cortados, y comentó: "Ya estoy cansado de estar solo..."
A pesar de tamaña declaración, ni Ti ni yo mostramos sorpresa. Coordinados, sin decir una palabra, uno de los dos activó el dispositivo que arroja las frases estandarizadas para situaciones como estas: "Bueno, ya va a aparecer la persona indicada, si no se queda, es porque no es para vos. El Universo es sabio..."
Si bien este tipo de frases tienen el respaldo de miles de años de tradición filosófica, cientos de libros de autoayuda al respecto, y decenas de cursos metafísicos, hay una realidad de un peso similar a los pensamientos que sostienen... ¡No convencen a nadie!
Sin dudas, el primer paso para estar bien con alguien, es estar bien con uno mismo. Muy cierto... sin embargo, utópico. Diariamente, corremos de un lado para otro, atras de las cuentas, del físico, del trabajo, del estudio, de mil cosas, para mantener nuestra independencia. ¿Y no será, pienso, que el precio de la autonomía, es la soledad?
Ario, un tipo que representa el culmen de la cultura, apuesto y tranquilo, comenta que ha decidido crearse un perfil en el nuevo sitio de moda en la web. Ti y yo lo bombardeamos a preguntas, de donde lo sacó, si está bueno, si funciona... El mito urbano que flota en la atmósfera de la ciudad no se hace esperar... "Me dijeron que Fulano, conoció a mengano, y ahora están en pareja..." Si bien es una historia más conocida que la de caperucita, todos elegimos creerla como un dogma. Probablemente haya un versículo en la biblia con una historia similar.
Con la primavera, Rosario se engalana, y transmite su esfervecencia a todos los habitantes, que se esparce como las pelusas de sus plátanos.
Inhalando la promesa floreciente, Ti, un tipo muy pintón, con distinción vanguardista, llega a su casa y pone a chirriar el teclado entrando la dirección del sitio. Yo hago otro tanto ni bien termino la cena. Quizás entre el lector que se digne a sacarnos de la soledad. Como las estaciones del año, han pasado Facebok, gaydar, via, badoo, y varios más. A los días, nos vovlemos a encontrar, cortado de por medio, en la misma mesa del mismo bar, riendo de las heridas de guerra cosechadas, pero sin anillo de compromiso.
Al llegar el fin de semana, se conversa la posibilidad de cruzar a alguien, como por casualidad, en algún boliche. Nos vestimos para la ocasión, cada detalle ensayado, para que no se note que fue a propósito, y salimos al ruedo, nuestras tres soledades en la marea nocturna de la disco de turno. Como viviendo un deja vu, termina la noche, y se abre la puerta principal, mostrando la calle semidesierta. Cansados, ahumados, divertidos por lo que vivimos, salimos caminando, y cada quien emprende el rumbo a su hogar... sólo. Hemos ido a bailar a los sitios de moda, los que abren, los de siempre, los que se transforman, los clásicos. Y el resultado, es casi siempre el mismo, haber disfrutado de estar entre nosotros, con material para conversar en el próximo cónclave.
Cuando la adrenalina del sábado a la noche, deja paso a la parsimonia de la tarde de domingo, nos volvemos a concentrar en el departamento de alguno de los tres, y entre tazas de té con canela, surge el balance de la semana vivida, y la proyección de la venidera. Y ahora Ti, arroja la sentencia de la controversia: "Quizás somos muy exigentes con respecto a quien buscamos."
Acto seguido, se entabla el debate, con la posible conclusión de que si nos relajamos y estamos con alguien, aunque no nos enceguezca con su encanto y personalidad, podremos dejar la maldición de "ser solos". ¿Mñas vale mal acompañados que estar sólos? Por suerte, alguno quizás impulsado por el Universo, reflota una frase de señalador, que desata una carcajada, y barre con tamaña estupidez.
Después de todo, basta mirar las tazas medio vacías, las anécdotas relatadas, las miradas cómplices, para descubrir sin lugar a dudas, que, a pesar del tono cliché, mientras puedas hacer tu peregrinaje entre amigos, bien acompañado, no hay posibilidad de estar solo.
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