miércoles, 28 de octubre de 2009

Virtual falsedad, cruda verdad...

Música sugerida: "Bitch" de Meredith Brooks.
Sabemos perfectamente que el universo es caos, y al mismo tiempo cumple con un orden perfecto.
Sabemos que Dios existe, y que todos hemos sido creados a su imagen y semejanza, pero con una trampa, hemos sido encerrados en una armadura de carne y hueso, que nos limita al imperio de los cinco malditos y escasos sentidos. Una lástima, no?, sino sería más fácil ser Dios.
Sabemos que la imaginación es más importante que el conocimiento, y sabemos que nada de lo que vemos existe en realidad, sino que forma parte de una realidad ilusoria, creada a través de años y años de acuerdos verbales y creencias compartidas entre miles y millones de seres humanos que habitaron alguna vez este planeta. Sabemos que la silla es silla, pero también podría ser un pez, o un ser humano.
Sabemos que pensamos, y luego existimos. Que nos convertimos en lo que pensamos y en la forma en la cual nos expresamos.
Sabemos que no tenemos límites ni fronteras. Sabemos que nada es imposible.
Y sin embargo todos los domingos tomamos el mismo café, en el mismo lugar, con los mismos amigos, y hablamos de los mismo temas, una y otra vez, y descubrimos que terminar ese domingo en compañía, no es “el gran sentido de la vida”, pero le daría mucho sentido a ese domingo, aunque tampoco estamos dispuestos a terminar durmiendo o mirando televisión con el primer perejil que se cruce. Y quizás también somos reacios a que alguien se quede a dormir en nuestras camas, o a dormir en la cama de otro. En qué quedamos?
Y medimos al amor en cantidad de mensajes de texto recibidos vs los enviados.
Y si podemos intercambiar dos palabras con alguien en el chat que conteste como un ser humano culto y prolijo y no como un androide sexual o un descerebrado, cantamos una alabanza al Señor, y después de una hora de chat descubrimos que estamos platónicamente enamorados de nuestro interlocutor. Hasta que acordamos pasar al msn e intercambiar imágenes. “Qué emoción” pensamos. Y esperamos esos minutos hasta que aparece la foto del gran amante desconocido…Dios bendito!, la cara del gordo ocupa toda la foto!, no sabemos cómo hacer para eliminarlo ur-gen-te!, y ya empezamos a odiar a ese gordo ultra-romántico que nos hizo perder toda la noche con su discurso de amor (que ya nos empieza a parecer cursi). Qué nos pasó?, se terminó el amor?, se terminó el idilio?, un par de kilos de más aniquilaron al posible Romeo?. Y si…es así. Somos espirituales, pero no somos ciegos.
O puede pasar que pasamos al msn y resulta una foto por demás interesante, pero tomada a la distancia, un poco lejos, “qué se yo, no está tan mal”, decimos no muy convencidos, y abrigamos nuestras grandes dudas, pero la soledad y la desesperación nos impulsan a aceptar la cita planteada. Y de nuevo, Dios bendito!, resulta que personalmente el candidato resulta ser poco agraciado (claro, la foto era muy chiquita, no se veía bien), o resulta que es un plomazo, un verdadero oligofrénico que nos aburre hasta las lágrimas, que no es capaz de hilar dos palabras juntas, “aunque por chat parecía otra cosa”, pensamos. Qué habrá pasado?, será que algunos escriben mejor de lo que hablan?, o será que algunos idiotas lo ponen a chatear al primo o al hermano (o al loro) y después se presentan ellos a las citas?.
Y algún día, finalmente, acertamos en encontrar al más lindo, al más culto, al más adecuado, por quien tarde o temprano terminaremos sufriendo “por amor”, y lo terminaremos perdiendo (o terminaremos huyendo nosotros). Quizás interpretemos a esta historia, como la primer historia real de nuestras vidas (no virtual) y mal interpretemos al sufrimiento como un signo de haber empezado a transitar la senda de la edad madura, aunque ya tengamos cerca de 40 años (o arriba, muy arriba de 30).
Seamos honestos, somos un poco inmaduros todavía, somos triviales, vanidosos y superficiales. Y quizás no cambiemos nunca. Lo bueno es que nuestros amigos son nuestros amigos, porque estamos cortados de la misma tela y por la misma tijera. No estamos solos en la isla. Y eso es bueno.
Desde acá, los saluda, Uma.

lunes, 26 de octubre de 2009

Cuando el miedo nos moja...

Música sugerida: "Sea" de Mercedes Sosa y Jorge Drexler.
Hay un mito oriental que se refiere a tres monos enviados por los dioses para juzgar las acciones de los hombres, se llamaban "No escucho", "No veo", y "No hablo" respectivamente. Sus nombres enunciaban la característica que usaban para emitir su veredicto sobre todo en actos relacionados con la cobardía.
Como los murciélagos y los perros de la calle, viven saltando entre las palmeras del Boulevard Oroño, correteando entre las arboledas del parque Independencia, o camuflados entre las gárgolas y máscaras de las molduras de la ciudad.
No escucho, no veo, no hablo...
La metáfora es válida para observar nuestro actuar cuando nos enfrentamos al miedo. De niños, hacemos la de los monos sabios, con la esperanza de que el foco de temor desparezca; ese bulto en la oscuridad que te obliga a cerrar los ojos con fuerza; ese ruido extraño, que amplifica tu audición hasta la sordera; o ese querer pasar desapercibido, que nos impulsa a mantener la quietud de una estatua marmórea. Cuando uno es niño, y el miedo aprieta, cierra los ojos, se tapa los oídos y se queda callado... esperando que de alguna manera mágica, pase el momento y todo vuelva a ser calmo y conocido.
Pasa el tiempo, y uno aprende a plantarle cara al temor... Sin embargo, ¡es una cara de mono sabio! Uno piensa, que sea lo que sea... y se manda. No ve, no oye, no dice... Solo nos enfocamos en el objetivo y arremetemos. Así aprendemos a andar en bicicleta, así nos tiramos a rendir un exámen, así nos acercamos a esa boca sensual, que nos convenció de hacer el salto...
Y no es que uno no sienta miedo... a veces se siente un terror cercano al pánico. Pero somos rosarinos, y nuestro ego de ducado en el exilio de las candilejas del mapamundi, no nos permite salir del protocolo de la sofisticación, y demostrar que en realidad nos meamos por gritar de miedo.
"El miedo no es zonzo" reza la sabiduría popular... Tonto no es seguro, siempre encuentra la manera de colarse en nuestra esforzada seguridad cotidiana. Con máscaras ingeniosas, teñidas de pasado, de presente, de futuro, de realidad y de ficción... El miedo ha de tener muchas caras.
Además de astuto, es ágil, y te acomete a veces como una ola furiosa y helada, que te cala hasta las profundidades del alma, te empapa en un segundo, te corta el aliento, te deja sordo, ciego, mudo... Otras veces, se desliza como el agua que crece en un arroyo... lento, pero constante e inclemente... Y uno siente como va llegando hasta cubrirnos y dejarnos paralizados.
Es imposible vivir sin temor, todos los días, libramos una batalla para reivindicar nuestro coraje, a veces victoriosos, otras veces huímos a cuarteles. Pero la lucha nos espera día a día, y con tres testigos que nos persiguen, que nos observan, que nos delatan cuando reculamos a un enfrentamiento...
Un mono que se tapa los ojos, observa los relámpagos que cortan de luz la noche, desde la torre de la terminal de ómnibus Mariano Moreno. Por la puerta principal, sale una mujer que se enfrenta a la tormenta, a la búsqueda de un taxi. Gina, volvió a la ciudad después de estar viviendo por varios años en New York. En la gran ciudad, dejó un gran amor, pero volvió para reencontrarse con la mitad de su alma, su pequeño hijo. Es una mujer hermosa, de ojos verdes y felinos, de un color verde jade, cintura estrecha, y cuerpo atlético, fruto de años de vida sana e intensivo pilates.
A pesar de la seguridad de su caminar, y de haber camuflado la sensación de volver a un mundo mustio, sabe que tendrá que enfrentar sola un divorcio complicado, y con nada más que lo que porta en la valija... Toma una bocanada de aire, y cerrando la puerta del auto, le indica al taxista donde ir. La única posta que tiene en la ciudad es la casa de su madre. La cortina de agua, impedía ver nada más que luces difusas de los carteles de la calle. "NO VEO".
Moro está en su habitación, absorto en la conversación del msn. Desde hace días que espera con contenidas ansias el momento de sentarse a hablar con Pablo, un artista de Mar del Plata. Un tipo copado, que es punto a punto, todo lo que Moro busca en un Hombre. Pablo parece sinceramente interesado, y le propone un encuentro. Desde la seguridad de su escritorio, Moro se sonríe y accede a viajar. A los minutos, Pablo suelta, como sin pensar en el efecto, que está dispuesto a tratar una relación con él, pero que no va a intentarlo a la distancia. Moro contempla el monitor, mientras las ventanas de mensajes de sus amigos titilan... Puede escuchar las advertencias acerca de la locura que significaría dejar todo e ir a probar encontrar el amor en otra ciudad. pero decidió no pensarlo. "NO ESCUCHO".
Yo creo no tener grandes problemas con mi sexualidad, la disfruto como tal, no la oculto, pero debido a los avatares sobre todo laborales, la mantengo en cierta reserva. Sin embargo, suelo ir con mis amigos a bailar a sitios gay, como Gtk y el Refugio. Una de esas noches, la segunda o tercera vez que salí a bailar con mis amigos, me encontré con un profesor de la facultad. No hubiese sido relevante, ni me hubiese llamado la atención, si no fuese porque nuestra relación era un tanto ríspida durante el cursado. Ambos nos reconocimos, nos miramos de soslayo, pero ninguno emitió sonido. A la semana siguiente, volví a tener clases con él, pero ni una palabra al respecto del encuentro fortuito. "NO HABLO".
Gina se adaptó a una velocidad vertigionsa, pronto las reuniones del grupo tuvieron un miembro más. A pesar de que tenía el alma dividida, nunca dejó de sonreir ni una vez, con el carisma que le es propio.
El new yorker rondó como un fantasma cada vez que sintió que la atenazaba la soledad, sin embargo se las arregló para apostar de nuevo a la búsqueda.
Una noche de vinos en el departamento de Uma, surgió el tema del Facebook y su utilidad para rescatar gente de nuestro pasado. Como un juego, se preguntó qué sería de Serge. Un novio de su adolescencia a quien adoraba, pero quien fuera expulsado por su madre, por no cumplir con los requisitos de la familia. Como en un pacto, todos nos pusimos en marcha para tratar de rastrearlo sin otra cosa más que un nombre, y más de veinticinco años después. La búsqueda fue en vano, pero Gina se atrevió a dar las primeras brazadas para salir de su océano personal de miedo.
Al poco tiempo, aprovechando su manejo fluído de inglés, comenzó a trabajar en una empresa de telecomunicaciones. Una tarde, sin nada que esperar mas que llamadas de entrenamiento, sonó su celular... Al abrir el mensaje, había un simple: "hola, como estas? Soy Serge". El cuarto se vació de aire, dejando solo lugar para la surpresa y las dudas. los monos sabios, ocultos en un rincón poco iluminado de la oficina, esperaban su reacción...
Moro comenzó a pergeñar su viaje a la costa, a la búsqueda de Pablo, sin oir los consejos y advertencias de quienes lo rodeaban. La partida se volvía inminente, y el entusiasmo y la ansiedad con la que esperaba sus encuentros por chat, eran igualadas únicamente por el temor que le generaba la perspectiva de un desarraigo camino a la incertidumbre... los días corrieron como agua, empapándolo de preguntas, y se acercaba el momento de ir a comprar el pasaje a la terminal de ómnibus Mariano Moreno. Aunque no cargaba en el morral más que los elementos de costumbre, sentía en el alma un peso desconocido. Quizás era la carga de los temores y dudas inéditos... o quizás fueran los tres polizones que viajaban con él, expectantes por ver su respuesta.
Yo me encontraba en una marejada de tareas por resolver, la combinación de trabajo y estudi puede ser extenuante, generando la sensación de nadar contracorriente. En una de las materias, la práctica profesional, debía reunirme semanalmente para una supervisión, junto a compañeros de equipo y de cursado. Al stress habitual de exponer lo trabajado, se sumaba el hecho de que mi supervisor no era mas ni menos que el profesor de la ríspida relación, con quien me había encontrado en Gtk. Generalmente, la comunicación era cordial. Pero un día, al terminar la ponencia, tomé mis cosas para irme a clases, y sin previo aviso, como una ola que rompe sin sonido, el profesor cómentó delante del grupo... "Así que no estuviste desgrabando entrevistas el sábado a la noche." - comenzó - "Te vi el sábado en el boliche. Le dije a las chicas que las voy a llevar a bailar. Podemos ir todos juntos..." Y así fue como me sumergido en un frío temor que se materializó, obligandome a inspirar profundo, y decidir cómo enfrentar la situación. O comenzaba a agitar los brazos buscando la superficie, o me dejaba arrastrar por el torrente gélido de uno de mis mayores temores hasta el momento. Podría jurar haber sentido la presencia de esos infames simios en el pasillo que me separaba del cuarto de supervisiones. Sus ojos agudos, sus oídos atentos... observando como contemplaba a temor a la cara sin que vistiera máscara alguna.
Hay momentos en la vida, en que las murmuraciones mentales que nos hayamos hecho, hacen agua. Se vuelven inconsistentes y se deslizan desde nuestros pensamientos hasta alcanzar la realidad. Si esta sustancia es miedo en esencia, solo podemos tomar dos caminos: nos enfrentamos a la lucha, o emprendemos la huida...
Gina concertó finalmente un encuentro con su Serge... la impaciencia del encuentro, le mordía los talones. Se vistió espléndida, y encaró la puerta del departamento para acercarse al auto que la había llamado con su bocina. ¿La reconocería? ¿Sentiría las mariposas que supo generarle en medio del estómago? No tuvo tiempo de seguir preguntándose. Al momento en que se abrió la puerta del auto, supo que no importaba. Esbozó una sonrisa sincera, y sintió cómo la ola de miedo que la había empapado, se retraía nuevamente al mar del cual había venido. Gina encontró su valor, y decidió VER. El primer mono sabio, sacó las palmas de sus ojos, tomó impulso sobre la rama desde la cual contemplaba la situación, y saltó en busca de otras ánimas a las cuales perseguir.
Moro estaba frente al teclado, embebido en la fluencia de una conversación muy seductora. Finalmente, Pablo le preguntó la fecha del encuentro. Cuando estaba tipeando la respuesta ensayada... el nivel del agua del temor, lo cubrió totalmente... Sin respirar, tipeo: "Al final no voy a ir". El estar sumergido en sí mismo, o en sus temores racionales, le impidieron oir las lamentaciones de la decisión. Al momento de adentrarse al océano de lo que puede ser, decidió observar desde la orilla, y ya no quiso ESCUCHAR. Se acercó a la ventana de la habitación y corrió las cortinas. Quizás percibió la mirada intensa de un primate en el alero, impávido, con los oídos tapados.
Yo estaba parado de cara a la salida de la facultad, de espaldas al grupo que intrigado, le preguntaba al profesor "¿en qué boliche lo viste? Inspiré profundamente, y dije: "No me incendies así..." La frase, quedó suspendida, pude percibir cómo se detenía el tiempo, expectante a la frase que continuaría como respuesta, que indefectiblemente fue "En Gotika, lo veo siempre."
Sentí los latidos de mi corazón, cómo el calor inundaba mi cuerpo. Exhalé, me sonreí, y seguí caminando. La frente en alto, mis voces internas alborotadas. Pero, con una calma inesperada, las acallé. Me dije sinceramente "No me arrepiento de nada. Que sea lo que sea". Me pude observar recorriendo el pasillo, hacia la luz de la tarde, contento de haber podido HABLAR. No a un interlocutor oyente, sino a mí mismo. Sabiendo que las cosas comenzarían a adquirir tintes nuevos. Me sacudí el miedo que me mojaba, como un perro se seca las gotas de una lluvia indeseada. El mono que me miraba de entre las molduras de la puerta del edificio, me observó alejarme camino al centro, quitándose las manos de la boca, mostrando una sonrisa de dientes irregulares.
Cuando la marea se retrae, y empapados y agotados, alcanzamos finalmente la orilla, sabemos que el esfuerzo termina valiendo la pena. Enfrentarnos al miedo nos hace más fuertes. Incluso cuando no podemos ver hacia donde vamos, o desoímos el consejo sensato que trata de mantenernos a flote o de hundirnos con su buena intención, o aún cuando el agua nos tapa la cara, y el temor se cola en la boca, con su sabor salobre, impidiéndonos hablar para pedir ayuda... Siempre, con el peso de lo inefable, sobrevivimos para encontrarnos en una nueva encrucijada. Huir o pelear. Sea como sea, en esencia al final, es siempre la misma letanía; una inspiración profunda, y que sea lo que sea...
ovnirosarino

sábado, 24 de octubre de 2009

Más vale sólo, que mal acompañado...?

Música sugerida: Human, de The Killers.
Cuando termina el invierno, Rosario se sacude la modorra de los encuentros cerrados. La gente se despereza junto con los árboles, y salir a caminar o correr por Boulevard Oroño, se vuelve un espectáculo delicioso para la vista. Gente de todo tamaño y color, pulula entre las palmeras que le dan un toque de exuberancia europea a una ciudad que estuvo gris cemento por medio año. Días más largos, tardes más cálidas y la vuelta al reencuentro con amigos en algún café.
Mis amigos y yo, solemos tomar nuestro cortado, casi diario, en el bar de la librería el Ateneo. Cuando comienza a deponer la tarde, se puede ver el peregrinaje masivo de quienes terminan de trabajar y de cumplir con las compras céntricas, mezclados con quienes se dedican al paseo peatonal. Hacia el oeste, nos regodeamos en el verdor de la plaza Pringles, hacia el este, la infinitud de la peatonal Córdoba, llena de gente que pulula de un lado a otro, mirando sin mirar.
Una de tantas tardes de días de semana, entre clases de universidad y horarios de laburo, nos juntamos Ti, Ario y yo. Ario encencdió su Gold leaf después de pedir los cortados, y comentó: "Ya estoy cansado de estar solo..."
A pesar de tamaña declaración, ni Ti ni yo mostramos sorpresa. Coordinados, sin decir una palabra, uno de los dos activó el dispositivo que arroja las frases estandarizadas para situaciones como estas: "Bueno, ya va a aparecer la persona indicada, si no se queda, es porque no es para vos. El Universo es sabio..."
Si bien este tipo de frases tienen el respaldo de miles de años de tradición filosófica, cientos de libros de autoayuda al respecto, y decenas de cursos metafísicos, hay una realidad de un peso similar a los pensamientos que sostienen... ¡No convencen a nadie!
Sin dudas, el primer paso para estar bien con alguien, es estar bien con uno mismo. Muy cierto... sin embargo, utópico. Diariamente, corremos de un lado para otro, atras de las cuentas, del físico, del trabajo, del estudio, de mil cosas, para mantener nuestra independencia. ¿Y no será, pienso, que el precio de la autonomía, es la soledad?
Ario, un tipo que representa el culmen de la cultura, apuesto y tranquilo, comenta que ha decidido crearse un perfil en el nuevo sitio de moda en la web. Ti y yo lo bombardeamos a preguntas, de donde lo sacó, si está bueno, si funciona... El mito urbano que flota en la atmósfera de la ciudad no se hace esperar... "Me dijeron que Fulano, conoció a mengano, y ahora están en pareja..." Si bien es una historia más conocida que la de caperucita, todos elegimos creerla como un dogma. Probablemente haya un versículo en la biblia con una historia similar.
Con la primavera, Rosario se engalana, y transmite su esfervecencia a todos los habitantes, que se esparce como las pelusas de sus plátanos.
Inhalando la promesa floreciente, Ti, un tipo muy pintón, con distinción vanguardista, llega a su casa y pone a chirriar el teclado entrando la dirección del sitio. Yo hago otro tanto ni bien termino la cena. Quizás entre el lector que se digne a sacarnos de la soledad. Como las estaciones del año, han pasado Facebok, gaydar, via, badoo, y varios más. A los días, nos vovlemos a encontrar, cortado de por medio, en la misma mesa del mismo bar, riendo de las heridas de guerra cosechadas, pero sin anillo de compromiso.
Al llegar el fin de semana, se conversa la posibilidad de cruzar a alguien, como por casualidad, en algún boliche. Nos vestimos para la ocasión, cada detalle ensayado, para que no se note que fue a propósito, y salimos al ruedo, nuestras tres soledades en la marea nocturna de la disco de turno. Como viviendo un deja vu, termina la noche, y se abre la puerta principal, mostrando la calle semidesierta. Cansados, ahumados, divertidos por lo que vivimos, salimos caminando, y cada quien emprende el rumbo a su hogar... sólo. Hemos ido a bailar a los sitios de moda, los que abren, los de siempre, los que se transforman, los clásicos. Y el resultado, es casi siempre el mismo, haber disfrutado de estar entre nosotros, con material para conversar en el próximo cónclave.
Cuando la adrenalina del sábado a la noche, deja paso a la parsimonia de la tarde de domingo, nos volvemos a concentrar en el departamento de alguno de los tres, y entre tazas de té con canela, surge el balance de la semana vivida, y la proyección de la venidera. Y ahora Ti, arroja la sentencia de la controversia: "Quizás somos muy exigentes con respecto a quien buscamos."
Acto seguido, se entabla el debate, con la posible conclusión de que si nos relajamos y estamos con alguien, aunque no nos enceguezca con su encanto y personalidad, podremos dejar la maldición de "ser solos". ¿Mñas vale mal acompañados que estar sólos? Por suerte, alguno quizás impulsado por el Universo, reflota una frase de señalador, que desata una carcajada, y barre con tamaña estupidez.
Después de todo, basta mirar las tazas medio vacías, las anécdotas relatadas, las miradas cómplices, para descubrir sin lugar a dudas, que, a pesar del tono cliché, mientras puedas hacer tu peregrinaje entre amigos, bien acompañado, no hay posibilidad de estar solo.

lunes, 19 de octubre de 2009

Decepcionados y decepcionantes

Música sugerida: Old habtis die hard, de Mick Jagger, junto a Sheryll Crow.
Rosario genera expectativas... uno pasea por la ribera, camino a tomar el cortado de rigor en Flora, y deja que su imaginación lo lleve hasta el límite de sus fantasías. quienes están sólos, se ven en parejas, quienes están emparejados, sueñan con un tiempo personal. Quien carece de dinero, murmura formas en que lo gastaría para realmente ser feliz, y quien lo tiene... imagina maneras de gastarlo para ser más feliz aún...
Sin embargo, nadie escapa a la general de la ley, si hay expectativa, el resultado final puede ser de satisfacción, o de decepción...
El domingo caminábamos Uma, Moro y yo, entre Davies y el Parque España, y filosofábamos acerca de la decepción. Todos hemos estado en un lugar o en el otro, cambian los actores, se hacen ajustes al guión, pero la obra es la misma.
Cuando nos embarcamos en la incertidumbre de conocer a alguien, o de dejarnos "conocer", se disparan una serie de mecanismos que, cuando los escuchamos en las experiencias de los demás nos permiten revivir nuestras propias películas.
Empieza con el flechazo inicial... donde de repente se genera un enjambre de mariposas en el abdomen... Uno se apresta, supera el pánico escénico, y se levanta el telón!
El primer acto introduce la escena... los personajes principales se presentan, definen algunas características personales. Hay un coqueteo casi casual, un par de miradas. Uno se envalentona, y se arriesga al primer resultado, después de todo, como dice Uma, "a las oportunidades las pintan calvas..."
Uma es una Hermosa mujer, espigada, culta, con un cuerpo envidiable e inconsciente sensualidad. Una tarde de domingo, cruzó un par de palabras con un tipo achaparrado, de rostro curtido, pero facciones suaves. Muy por debajo de las posibilidades de Uma. Sin embargo, ella consintió desarrollar el guión. Mate va, mate viene, el terminó llevándose la tapa del termo, y su número de celular.
En una versión similar de la tragedia comentada, despunta la luna de una noche de domingo, Moro hace contacto visual con un tipo de unos treinta y tantos, muy de su estilo, alto, de hombros anchos y rasgos masculinos. Nos estábamos preparando para un concierto en el anfiteatro del parque España. Uma y yo, fuimos a buscar, casualmente, agua para seguir el mate, y lo dejamos al lado del sujeto en cuestión, para que nos reservaran un lugar. los detalles del primer acto, se funden en nieblas de suposiciones... pero con el mismo resultado, sonrisas mutuas y promesa de reencuentro.
En otro escenario y otro tiempo, su servidor divisa en un boliche, Gtk, a un hombrecito espectacular, que observa la situación parado al lado de un amigo. En un arrebato de adrenalina, me acerco a conversar con los dos, y obtengo su nombre y edad! una conversación irrelevante, y la timidez que me juega en contra. No pude obtener su celular... Pero a la salida, al amanecer, lo cruzo en la parada del taxi. Sonrisas y diálogo trivial nuevamente. Desde ese momento, una pueril obsesión me acometió.
Cuando nos arriesgamos con la diosa Fortuna, arrojamos la moneda, y en ese primer acto, mientras gira incontrolada, solo cabe un resultado, Satisfacción y decepción, decepción y satisfacción... Se corre el telón, y comienza a armarse el escenario de la segunda parte.
Se acomoda la utilería, todos los actores a sus posiciones, y ... acción!
Uma se reencuentra con el doctor, pasan veladas de charla interesante, se va construyendo más y más la atracción. Ella comienza a plantearse que quizás pueda construir algo con él. Que las diferencias ideológicas y físicas son superables, se permite soñar un poco... siente Satisfacción.
Moro vuelve a encontrarse con su hombre, alternan citas, de cena y cine. Se arriesga a conocer a sus amigos, le atrae mucho físicamente. pero en la salida fatídica al ir a ver una película... comienza a fisurarse el encanto. Se pregunta, por qué hay algo en el tipo que no le termina de cerrar... y es su círculo. No le gustan sus amigos. Y a la vuelta de la función, se ve en un reflejo, el entrecejo fruncido. comienza a experimentar una frustración, cercana a la decepción.
Una tarde de domingo, paseando por el parque, vi al amigo del hombrecito espectacular. el corazón se me aceleró y me sentí un novato emocional como cada vez que me cruzo con alguien que me gusta. Mis amigos montan una estrategia infantil. Resulta que Moro lo Conoce de vista, Y junto con Ti, le piden el celular del hombrecito. Por avatares del pudor, el amigo no lo brinda, pero promete comentarle mi interés, y si hay viento favorable, se lo haría saber a Moro. Con la incertidumbre a flor de piel, mi moneda sigue girando... Satisfacción, decepción. Decepción, satisfacción.
Las luces van bajando intensidad, los rostros se vuelven medio difusos, y los actores van tras bambalinas. Aprestándose para el acto tres...
Con prisa y correteos nerviosos, se escuchan toces anticipando el gran desenlace, se alza la gran tela y empieza el inicio del final. Acto tres...
Tras haber conocido la casa (y el cuerpo del doctor), Uma baja sus barreras defensivas, se siente parte de algo nuevo. Un comienzo con un par, encuentra canciones que le recuerdan encuentros, palabras que le hacen ecos de charlas románticas. Tienen una comunicación fluida y relajada, pactan encuentros y se resignan a desencuentros, pero siempre con un dejo de satisfacción de que "la cosa marcha". Sin embargo, sin previo aviso, una tarde manda un mensajito como los de siempre, un saludo informal, seguido de una broma interna (porque han construido un código propio). Pasa un minuto, quince, un hora... Ella comienza a creer que quizás, se quedó sin crédito, y se ocupa en otros menesteres. Vuelve de trabajar, lava la ropa, pasan seis horas, un día, dos... Ya comienza a pensar que quizás, el doctor fue convocado de emergencia para asistir a los cascos blancos en África, o que fue raptado por alienígenas... Pasan varios días, y decide enfrentar el resultado de la moneda aciaga... abre su mano, y ve la cara de la decepción. No una decepción por el desencuentro en sí mismo, el doctor no era un Adonis, ni un Borges... Sino, la decepción de pensarse una persona "decepcionante".
Moro no dejó de pensar que el hombre apuesto era buena persona, inteligente e interesante. Pero, quieren esos avatares misteriosos, que haya algo que no le cierra. Algo que lo compele a desaparecer de escena sin seguir alargando el asunto. Después de todo, el le avisó que es de los que no avisan, y quien avisa no traiciona. Respira hondo, mira la moneda, y ve decepción... Pero a diferencia de Uma, se siente decepcionado...
Yo fantasié una semana con la posibilidad de recibir un mensaje al celular, que confirmase lo que habí intuido, lo que deseaba... Un mensajito del hombrecito que me declarase su intención de conocerme en profundidad, de empezar algo conmigo. Ya imaginaba las películas que veríamos, las decisiones de donde ir a cenar, de salir o quedarnos en casa. Llegó el domingo nuevamente, pero a pesar de que los días cambiaron, el silencio de mi celular permaneció inmutable. Era categórico, mi suerte fue de decepción. Por momentos me sentí decepcionado, en otros, decepcionante. sin embargo, no se llora la pérdida de lo que no se ama, y no se puede amar algo que no se conoce, no se conoce algo que no se vive... Así que, sin darle demasiadas vueltas al asunto, dejé la frustración de lado, y volí a ese presente, de sol, de mates, y de amigos.
Un poco frustrados, pero satiisfechos de sentirno acompañados y más sabios por las experiencias, caminamos de espaldas al atardecer, a seguir con un café en el departamento de Uma, de cara al balcón y al paisaje urbano.
Se cierra el telón... Concluyó el acto tres de una muy conocida obra, pero que se reescribe nueva cada vez, para cada actor.
mas allá de la decepción de sentirnos decepcionados o decepcionantes... lo bueno es poder tirar la moneda de la fortuna y arriesgarse a ver el resultado. Y en esto es vital tener un reparto estelar de amigos.
Si prestamos atención alrededor, podríamos escuchar los tintineos de las fortunas de la gente, suspendidas en el aire, girando y cayendo, eligiendo y viviendo. Y todo con el paisaje rosarino como escenografía incomparable.

domingo, 18 de octubre de 2009

Pueblo chico, Infierno grande

Música sugerida: The world i know, de Collective soul.
Los que vivimos en la dorada Rosario, sabemos que es imposible mantener el anonimato de nuestras acciones por demasiado tiempo.
Hay una realidad a la que no escapa ninguno de sus habitantes, y es la de encontrarse relacionando a sus conocidos entre sí. Expresiones del tipo "ahhhh... vos sos el amigo de...", o "... no me digas que vos salías con el hermano del primo de..." caen de nuestras bocas en cada conversación que entablamos! Es inevitable compartir un café, sin que en algún momento empiece este juego de referencias cruzadas.
Ante la contundencia de la evidencia, no queda más que admitir que, si bien somos la segunda ciudad del país, una metrópoli brillante sobre la marrón ribera paranaense, seguimos siendo un pueblo chico.
Esta genealogía compartida, una especie de fraternidad civil, no escapa a la realidad gay, si no, que estrecha aún más los cabos...
Basta con salir alguna noche con el grupete que te festeje (en mi caso, Ario, Lupo, Pipo, Ti, yo, y la única dama de la compañía, Uma), para que empiece el conocido espectáculo...
-Anoche conocí a un loco muy piola por el chat- dice alguno - hablamos un montón, y la verdad estuvo bueno.
-Si? cómo es?-indaga otro.
-Es ..., labura de..., y tiene ... años.
-Para! - y acá es cuando se revela el climax de la obra - Lo conozco!
Otras veces, es a raíz de un comentario, del tipo:
-Mira que lindo pibe, creo que miró.
- Cuál? Ése? Lo conozco... - y vuelve a sonar el chan del golpe de orquesta - es un boludo... salió con ... y después resultó que ...
Sea cual sea la circunstancia, parece que el final anunciado es siempre el mismo, todos nos conocemos con todos...
La expresión el mundo es un pañuelo se vuelve palpable, bien concreta, y uno se siente un moco... donde se encuentra con otros, se pegotea un rato, y vuelve a separarse. La sensación de pegoteo se puede volver asfixiante, generando en uno un escepticismo que lo lleva a uno plantearse que nunca más acertado el refrán "más vale sólo que mal acompañado", o una sensación paranoide, que te arrastra a preguntarte cuando te vas a una cita, "con quién voy a salir? Parece normal, qué tara tendrá éste flaco? Lo conocerá ...? y mil dudas más, que entre que te estuviste comiendo las uñas de los nervios, y se te hizo tarde... el otro se aburrió y volvés a concertar reunión con tus amigos, una vez más, sábado a la noche entre caras archiconocidas.
Será que nuestro ego es más grande de lo que en realidad es la ciudad? El desafío será encontrarse con alguien nuevo! Y quizás no comentarlo al principio, dejar que se despliegue y ver qué pasa...
O tal vez, re encontrarse con alguno de estos conocidos, y tratar algo diferente, sin la tensión inicial de ver como será... después de todo, no hay zapato más cómodo que el que te calzaste varias veces. y no buscamos acaso sentirnos cómodos?
En todo caso, es inútil renegar de nuestra condición de pueblo chico, porque lo seremos al menos un tiempo más. vas a seguir cruzándote a gente que conoce a gente que te conoce. Lo vital será relajarse, sonreir al mundo y a quien nos mira, y tratar de que nuestro infierno no sea tan grande.