Música sugerida: "Hallelujah" de Rufus Wainwright
Suenan los villancicos y la ciudad se viste de rojo y muérdago. Rosario se prepara para festejar la navidad con ese matiz personalísimo de principado europeo de los pirineos, transpolado al trópico de Capricornio.Comienzan las tardes calurosas, la humedad se torna tan densa que genera la sensación de poder nadar en el aire. Las noches prístinas invitan a salir del que fue el refugio forzado durante el invierno, y la gente comienza a pulular por el paisaje urbano, como hormigas que presienten una tormenta.
Una de esas tardes solariegas, escapando de las obligaciones que no cesan y de las compras rituales de la época, confluímos en un bar céntrico, Lupo, Ty y yo para tomar el consabido café (independientemente de los cuarenta grados de sensación térmica). Entre la marea de personas que pasan apresuradas cargadas de bolsas y ojos ansiosos, comienza la charla en nuestro oasis particular. Ty pregunta,
-¿Qué hacemos para navidad?
-Nos podemos reunir después de la cena. - apunto yo.
-A mí se me hace cada vez más pesada la nochebuena... - dispara Lupo - se mueven muchas cosas.
- Y sí, cada vez que llegamos a esta fecha, yo me siento un poco Scrooge - comento al aire, recibiendo miradas de interrogación de parte de mis amigos.
Ebenezer Scrooge es el personaje de "Un cuento de navidad" de Dickens, en el cual un hombre misántropo y egoísta es visitado por tres fantasmas en una blanca nochebuena. A modo de lección, lo llevan a recorrer el pasado, el presente y el futuro, para que pueda contemplar en perspectiva su vida y su cosecha.
Cuando se acerca el fin de año, sin nieve mediante, todos nos convertimos un poco en Scrooge para recibir la visita de nuestros fantasmas.
Llegada la hora de la cena, nos sentamos a la mesa en familia. quizás por costumbre, quizás porque me gusta el mejor lugar para observar, me apresto a ocupar mi lugar en una de las cabeceras. No tardan en aparecer las conversaciones triviales, llenas de detalles que hacen que ame cada vez más a mis hermanos, mis padres y mi cuñada. Uno de mis hermanos y su esposa, tienen la risa fácil, y amenizan la velada con comentarios graciosos, y chistes malos. Mi hermana y yo, ensalada rusa de por medio, compartimos miradas cómplices y hablamos sin hablar, respondiendo a comentarios que se escuchan. Mi mamá desempeña su función de matriarca, y quizás ppor única vez en el año, juega a ser ama de casa de manera adorable. Pasa el tiempo de una manera íntima, en una complicidad familiar, llenándome de calidez. No obstante, el fantasma de las navidades pasadas, hace su visita, y con él, se sientan a la mesa con una presencia palpable, aquellos que están vivos desde el recuerdo. Mi mejor amiga, que partió hace años por culpa de un cáncer. Mi abuela, a quién cada vez necesito más, extrañando su cocina, su perfume, su cariño...
Otros más se corporizan con mayor o menor intensidad, y uno puede percibir, como en los ojos de todos, hay un brillo que delata que están siendo visitados por sus propios fantasmas.
Un dejo de nostalgia por lo que fue y no será nos inunda, pero intensificando así el disfrute de los que hoy nos rodean. ¿Quizás por eso hay en el menú navideño comidas agridulces?
Hay en la ciudad una gama de emociones encontradas, bulle en el espíritu de las personas una necesidad de reunirse y celebrar. Se honra la memoria de lo vivido, sin explicitarlo, brindamos por aquellos que nos acompañaron un trecho en el viaje, festejando con nuestros afectos presentes.
Lupo es hijo único, y solo tiene a su madre como pariente sanguíneo. Él es la persona más optimista y risueña que he tenido suerte en cruzarme. Tiene un brillo interno, que le permite iluminar cualquier acontecimiento, por más oscuro que se presente. Tiene la virtud de trocar la nostalgia en chiste, y de trasnimitir ese calor que asociamos con el "llegar a casa".
Lupo nos contó que cenaría con una amiga y su familia, a la que sentía como propia. Pero antes caminamos atravesando la peatonal Córdoba, y luego Oroño, hasta llegar a un caserón que corona una esquina. Allí nos despedimos y Lupo entró a visitar a su madre.La mujer al verlo, lo recibió con su acostumbrado saludo: "¿Cómo me encontraste?". Miró la pulcritud que reinaba en la residencia geriátrica, y se sintió pequeño. Se sentó frente a ella, y le sonrió con el amor incondicional que aprendemos a sentir, generalmente, por ser hijos. La mamá de Lupo vive en un eterno presente, y es en ese presente donde apareció el segundo fantasma.
Muchas veces, la expresión no hay mejor momento que el ahora, parece tornarse hueca, y nos sentimos impelidos a buscar refugio en otro tiempo, en el ayer, o en el mañana...
Ty salió de trabajar, y comenzó a caminar por la peatonal acompañado de Sew, el hombre que supo abrirse camino entre sus temores y decidió unirse a su viaje. Sew es un tipo inteligente, apuesto, con humor ácido y gran capacidad de observación. Mientras caminnaban, sintió la calidez de su compañía y la complicidad
que se genera en las cosas cotidianas con esas personas especiales. Iban camino a Fallabella a comprar regalos navideños, y como una epifanía sin contenido, Ty se vio acometido por la pregunta por el futuro... De dos personas caminando entre la multitud, se podía observar a una tercera, el fantasma de la navidad futura, que apoyando sus manos en los hoombros de Ty, le susurraba sus dudas al oído.
Pasó la cena navideña y llegó el consabido brindis. Con esa mezcla de amarga nostalgia, y esfervescente esperanza, emprendimos una nueva etapa del viaje.
Nos reunimos en mi departamento, llegando de a uno, Ario y Ty. Buscamos a Lupo que se había encontrado con Sew y su hermano. Encontrándose la comitiva a pleno, nos fuimos a una fiesta de navidad, a un boliche, otrora templo religioso.
Bailamos y nos divertimos, y nos regalamos la presencia mutua, el hombro cómplice, y la risa fácil que nace de esa sensación, plasmada innumerables veces en señaladores de colectivo, de amistad verdadera.
Somos seres celebrantes, y no hay mejor manera de celebrar que con la familia. después de todo, ¿qué son los amigos sino la familia que uno elige? Si hay con quién chocar nuestra copa, no habrá fantasma más tangible que el que nace de un pensamiento.
Lupo nos contó que cenaría con una amiga y su familia, a la que sentía como propia. Pero antes caminamos atravesando la peatonal Córdoba, y luego Oroño, hasta llegar a un caserón que corona una esquina. Allí nos despedimos y Lupo entró a visitar a su madre.La mujer al verlo, lo recibió con su acostumbrado saludo: "¿Cómo me encontraste?". Miró la pulcritud que reinaba en la residencia geriátrica, y se sintió pequeño. Se sentó frente a ella, y le sonrió con el amor incondicional que aprendemos a sentir, generalmente, por ser hijos. La mamá de Lupo vive en un eterno presente, y es en ese presente donde apareció el segundo fantasma.
Muchas veces, la expresión no hay mejor momento que el ahora, parece tornarse hueca, y nos sentimos impelidos a buscar refugio en otro tiempo, en el ayer, o en el mañana...
Ty salió de trabajar, y comenzó a caminar por la peatonal acompañado de Sew, el hombre que supo abrirse camino entre sus temores y decidió unirse a su viaje. Sew es un tipo inteligente, apuesto, con humor ácido y gran capacidad de observación. Mientras caminnaban, sintió la calidez de su compañía y la complicidad
que se genera en las cosas cotidianas con esas personas especiales. Iban camino a Fallabella a comprar regalos navideños, y como una epifanía sin contenido, Ty se vio acometido por la pregunta por el futuro... De dos personas caminando entre la multitud, se podía observar a una tercera, el fantasma de la navidad futura, que apoyando sus manos en los hoombros de Ty, le susurraba sus dudas al oído.
Pasó la cena navideña y llegó el consabido brindis. Con esa mezcla de amarga nostalgia, y esfervescente esperanza, emprendimos una nueva etapa del viaje.
Nos reunimos en mi departamento, llegando de a uno, Ario y Ty. Buscamos a Lupo que se había encontrado con Sew y su hermano. Encontrándose la comitiva a pleno, nos fuimos a una fiesta de navidad, a un boliche, otrora templo religioso.
Bailamos y nos divertimos, y nos regalamos la presencia mutua, el hombro cómplice, y la risa fácil que nace de esa sensación, plasmada innumerables veces en señaladores de colectivo, de amistad verdadera.
Somos seres celebrantes, y no hay mejor manera de celebrar que con la familia. después de todo, ¿qué son los amigos sino la familia que uno elige? Si hay con quién chocar nuestra copa, no habrá fantasma más tangible que el que nace de un pensamiento.
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