Música sugerida: "Glitter in the air" de Pink.
Después de una agitada semana del cercano fin de año, los viernes y sábados se erigen como oasis en el turbulento mar acelerado de la vorágine rutinaria. Sobre todo cuando baja el sol, que la ciudad parece respirar un aire festivo, de preludio de celebración. Se organizan encuentros, que nos dan la excusa para liberar la parte atávica, nuestro ser animal, que se arroja a la conquista de lo nuevo. Al grito de "vivir el momento", adoptamos una actitud relajada, y renovamos las esperanzas de encontrar eso, que haga el fin de semana inolvidable, que convierta la noche del viernes, o la salida del sábado, en algo digno de inscribirse en nuestra historia.
Y aquí es donde se instala esa contradicción, no pensamos en nuestro pasado para poder vivir intensamente el presente... para tener algo digno de ser recordado... o sea... que sea parte de nuestro pasado?
Los seres humanos somos esencialmente contradictorios y complejos, y si al cocktail, le agregamos el ingrediente de ser un rosarino de pura cepa, es decir un ego superdesarrollado, más la innegable melancolía tanguera (a la que nadie en esta ciudad puede escapar), vamos a obtener a un filósofo de todas las cuestiones de la vida, sobre todo del amor. Todos nos hemos encontrado con amigos, y si medió el alcohol, la hisoria de desengaño, y la promesa de no reincidir o la esperanza de encontrar algo diferente, no se hacen esperar.
Una de esas noches, estaba cenando en Sushi Club con Carola, una amiga de la facultad. Estabamos planificando nuestra práctica y arreglando el mundo. En un momento de la cena, indefectiblemente surgió la cuestión amorosa, y los fantamas del ayer se sentaron con nosotros a la mesa... Carola recordó y me comentó que aún no se reponía de una traición amorosa, de un proyecto trunco que la lastimó y la volvió escéptica respecto de las relaciones presentes. "Todavía me duele. Pasó el tiempo y no puedo reponerme."
Quizás nuestro pasado sea un yugo, que nos tiene aprisionados, y nuestra libertad en el presente, sea una ilusión.
Ario, dentro de su racionalísima estructura, tuvo un desamor originado en una ruptura por desaparición, es decir, el "otro" desapareció literalmente, sin dejar rastros... Se convirtió de un presente interrumpido, en un pasado doloroso. Merced de su fuerza de voluntad, se sobrepuso y retomó su ritmo habitual. El "otro" fue un tiempo pretérito, del cual se habló anecdóticamente. Superado y enterrado.
Una noche, después de comer un helado y yendo a bailar en grupo, estábamos hablando precisamente de evitar repetir situaciones ya vividas, y romper esquemas de búsqueda. En ese momento, surgido de las nieblas del ayer, irrumpió el fantasma del "otro", solo que corporizado y cruzándonos, sin dirigir ni una mirada, caminando raudamente en sentido contrario. Ario no pudo evitar un rictus de perplejidad, que denotó cómo su pasado no estaba tan enterrado, sino vivito y coleando en su presente... despertando intactos los sentimientos y sensaciones ya conocidas, con la misma intensidad. Esa noche, Ario bailó y rió como hacía mucho no ocurría. Su máxima fue "Hoy no quiero pensar..." Sin embargo, ¿se puede escapar de la mente de uno mismo?
En ocasiones, todos sentimos que el pasado se hace cuerpo, y podemos sentir su peso, en el pecho, oprimiendo con constancia, siempre en el ahora.
Uma se reencontró con un hombre de su historia, que nunca se convirtió en relato. Un pasado cargado de intensidad, de idas y vueltas, de marchas y contramarchas. Con la condición de la sinceridad y las ansias de calma que traen los ajetreos de la vida, decidieron re conocerse, sin mirar atrás. Pero, ¿cómo hacer para negar lo vivido, sin que su peso aplaste lo que se construye en el hoy?
Se puede optar por no hablar de "eso", pero se corre el riesgo de que esté latente, presto a saltar sobre cualquier nimia ocasión. tras un idilio inicial, parecía que los temores de Uma estaban infundados. Aparentemente, el pasado estaba pisado. No transurrió mucho tiempo, hasta que el "eso" de Uma volviera a escena, y en una conversación de fin de semana, lo pasado se tornó pesado. Derivó así en disparador de preguntas sobre el futuro, sobre el temor a repetir lo conocido; lo harto conocido. El pasado de Uma inundó de incertidumbre su presente, ahogándola de dudas sobre su futuro.
Desde el pensamiento oriental milenario, hasta la superficialidad de la posmodernidad, se nos insta a vivir solo el presente. quizás el presente no sea más que la suma de las constantes de nuestra vida, la plataforma que nos da seguridad y desde la cual vemos los picos y los valles de nuestras experiencias, y aprendemos nuestras lecciones. Independientemente de lo que nos toque vivir, hay cosas que son inmutables al paso del tiempo, que serán siempre actuales; la ciudad como marco, la melancólica búsqueda del "carpe diem" hacia atrás y hacia adelante, y los amigos como laderos en ese camino.
Después de una agitada semana del cercano fin de año, los viernes y sábados se erigen como oasis en el turbulento mar acelerado de la vorágine rutinaria. Sobre todo cuando baja el sol, que la ciudad parece respirar un aire festivo, de preludio de celebración. Se organizan encuentros, que nos dan la excusa para liberar la parte atávica, nuestro ser animal, que se arroja a la conquista de lo nuevo. Al grito de "vivir el momento", adoptamos una actitud relajada, y renovamos las esperanzas de encontrar eso, que haga el fin de semana inolvidable, que convierta la noche del viernes, o la salida del sábado, en algo digno de inscribirse en nuestra historia.
Y aquí es donde se instala esa contradicción, no pensamos en nuestro pasado para poder vivir intensamente el presente... para tener algo digno de ser recordado... o sea... que sea parte de nuestro pasado?
Los seres humanos somos esencialmente contradictorios y complejos, y si al cocktail, le agregamos el ingrediente de ser un rosarino de pura cepa, es decir un ego superdesarrollado, más la innegable melancolía tanguera (a la que nadie en esta ciudad puede escapar), vamos a obtener a un filósofo de todas las cuestiones de la vida, sobre todo del amor. Todos nos hemos encontrado con amigos, y si medió el alcohol, la hisoria de desengaño, y la promesa de no reincidir o la esperanza de encontrar algo diferente, no se hacen esperar.
Una de esas noches, estaba cenando en Sushi Club con Carola, una amiga de la facultad. Estabamos planificando nuestra práctica y arreglando el mundo. En un momento de la cena, indefectiblemente surgió la cuestión amorosa, y los fantamas del ayer se sentaron con nosotros a la mesa... Carola recordó y me comentó que aún no se reponía de una traición amorosa, de un proyecto trunco que la lastimó y la volvió escéptica respecto de las relaciones presentes. "Todavía me duele. Pasó el tiempo y no puedo reponerme."
Quizás nuestro pasado sea un yugo, que nos tiene aprisionados, y nuestra libertad en el presente, sea una ilusión.
Ario, dentro de su racionalísima estructura, tuvo un desamor originado en una ruptura por desaparición, es decir, el "otro" desapareció literalmente, sin dejar rastros... Se convirtió de un presente interrumpido, en un pasado doloroso. Merced de su fuerza de voluntad, se sobrepuso y retomó su ritmo habitual. El "otro" fue un tiempo pretérito, del cual se habló anecdóticamente. Superado y enterrado.
Una noche, después de comer un helado y yendo a bailar en grupo, estábamos hablando precisamente de evitar repetir situaciones ya vividas, y romper esquemas de búsqueda. En ese momento, surgido de las nieblas del ayer, irrumpió el fantasma del "otro", solo que corporizado y cruzándonos, sin dirigir ni una mirada, caminando raudamente en sentido contrario. Ario no pudo evitar un rictus de perplejidad, que denotó cómo su pasado no estaba tan enterrado, sino vivito y coleando en su presente... despertando intactos los sentimientos y sensaciones ya conocidas, con la misma intensidad. Esa noche, Ario bailó y rió como hacía mucho no ocurría. Su máxima fue "Hoy no quiero pensar..." Sin embargo, ¿se puede escapar de la mente de uno mismo?
En ocasiones, todos sentimos que el pasado se hace cuerpo, y podemos sentir su peso, en el pecho, oprimiendo con constancia, siempre en el ahora.
Uma se reencontró con un hombre de su historia, que nunca se convirtió en relato. Un pasado cargado de intensidad, de idas y vueltas, de marchas y contramarchas. Con la condición de la sinceridad y las ansias de calma que traen los ajetreos de la vida, decidieron re conocerse, sin mirar atrás. Pero, ¿cómo hacer para negar lo vivido, sin que su peso aplaste lo que se construye en el hoy?
Se puede optar por no hablar de "eso", pero se corre el riesgo de que esté latente, presto a saltar sobre cualquier nimia ocasión. tras un idilio inicial, parecía que los temores de Uma estaban infundados. Aparentemente, el pasado estaba pisado. No transurrió mucho tiempo, hasta que el "eso" de Uma volviera a escena, y en una conversación de fin de semana, lo pasado se tornó pesado. Derivó así en disparador de preguntas sobre el futuro, sobre el temor a repetir lo conocido; lo harto conocido. El pasado de Uma inundó de incertidumbre su presente, ahogándola de dudas sobre su futuro.
Desde el pensamiento oriental milenario, hasta la superficialidad de la posmodernidad, se nos insta a vivir solo el presente. quizás el presente no sea más que la suma de las constantes de nuestra vida, la plataforma que nos da seguridad y desde la cual vemos los picos y los valles de nuestras experiencias, y aprendemos nuestras lecciones. Independientemente de lo que nos toque vivir, hay cosas que son inmutables al paso del tiempo, que serán siempre actuales; la ciudad como marco, la melancólica búsqueda del "carpe diem" hacia atrás y hacia adelante, y los amigos como laderos en ese camino.
Genial como escribís, seguro que más de uno se siente identificado al leer tus posteos (yo, seguro), y muy buenas elecciones musicales para cada texto, en especial el último. Saludooos, a ver cuando aparece un nuevo posteo!
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