viernes, 29 de enero de 2010

Elíxires divinos... COSMOPOLITAN

Hay una constante en las reuniones de amigos referida a las bebidas más deliciosas, siempre se menciona el COSMOPOLITAN. Inscripto ya en nuestro inconciente colectivo, nos resulta familiar ver copas de boca ancha, y aparentemente deliciosa sustancia contenida... Pero en un sondeo real, resulta que el trago no está tan disponible en las barras (quizás por los requeridos arándanos rojos), ni ha sido tan saboreado por todos auqellos que lo pusieron en boga. Es innegable sin embargo, que es un trago que por diversos factores capta nuestra atención, y suele remitirnos a frescura, sofisticación, y ambiente de fiesta.
Es menester testear esta bebida, y alimentar el folcklore etílico con comentarios a favor o en contra. Hay dos lugares que han sabido presentar "Cosmos" dignos de mención en la ciudad de Rosario, a saber: Red Lion y Groove.
Si por vicicitudes económicas, estacionales, o de otras índoles, no es posible acercarse a un barman y susurrar, elvantando firmemente el índice, esbozando una media sonrisa, y entornando los ojos, al tiempo que decimos: "Haceme un COSMOPOLITAN", colgamos la receta para experimentar en casa.

IngredientesPara preparar COSMOPOLITAN necesitarás disponer de los siguientes ingredientes:
2 medidas de Vodka
2 medidas de Cointreau
1 medida de Jugo de Cranberry (arándano rojo)
1 golpe de Jugo de limón
PreparaciónUna vez que cuentes con estos ingredientes podremos comenzar con la preparación de COSMOPOLITAN siguiendo las siguientes instrucciones:
Colocar todos los ingredientes en Coctelera. Agitar, colar y servir en un vaso de coctel.

miércoles, 27 de enero de 2010

Tormentas de verano...

Música sugerida: "So nice" de Basia y Taro Hakase.


El verano se muestra inclemente, altas temperaturas durante el día, noches de agobio y eterno pensar. Sin embargo, la modorra veraniega no encuentra asilo en la cultura rosarina. La ciudad no resigna su movimiento cosmopolita, y el desfile de personas buscando refugio de los generosos rayos del astro, es incesante.El río marrón, de pronto, se convierte en un flujo prístino de agua refrescante. Uno se olvida de la polución y del vértigo que nos genera el no ver el fondo que caminamos.
Preparando el morral para ir a la isla, apenas a minutos de la estación fluvial,miro el pulular urbano a través del balcón, y pienso en la reacción de los animales antes de una gran tormenta.
Por ejemplo, las hormigas... generalmente organizadas, parecen perder su esencia de estructura pitagórica, y se mueven erráticas y numerosas. Como buscando algo que no conocen. A veces, el cielo se rompe en un bombardeo líquido, sorpresivo, mas no inesperado. Que recuerda a sus víctimas que el tiempo no se disipa con el calor, que a pesar de la promesa de la búsqueda en un espacio inconmensurable, existe una finitud dictada por el paso de las horas... tal cual una tarde de verano, o una estación. Algunas, las más afortunadas, quizás encuentran a otra hormiga, y se encuentran y se comunican fugazmente. Otras, han de encontrar un refugio desde el cual observar la debacle meteorológica, y muchas, perecerán en medio de su gesta. Quizás sin haber descubierto siquiera el motivo de su expedición fuera del nido seguro.
Los rosarinos no escapamos a esta atmósfera de hipnótico agobio. Día y noche, nos arrojamos al universo de cemento, o escapando ilusoriamente de él, en una corrida frenética, huyendo y buscando un no sé qué que qué se yo... la isla Vladimir, la Florida, los bares de la ribera como en un rosario que pide un descanso del calor... Davies, Flora, Quillagua, la Fluvial... La gente corre de aquí para allá, y quizás en el ruedo algunos se encuentran. Y se produce la química de un intenso cruce. En el cual la presencia de Cronos apresura las promesas y las fantasías... Hasta que estalla la tormenta, y con el correr del agua, se diluye el amor estival. Otros, padecen la incertidumbre acuciante de la búsqueda, y la necesidad que parece flotar en el aire de encontrar, de encontrar eso que aún no se conoce, más que como promesa de verano, de amor. Que se sabe fugaz, y a veces trágico, pero al que se apuesta... Sin embargo... Rosario, a pesar de su organización de damero, sigue siendo una jungla a veces inabarcable... Y estos aventureros, fenecen con la tempestad y sus ilusiones. Te quieros apresurados, viajes precipitados a provincias vecinas, encuentros nocturnos al lado del río. Todos estos momentos quedan como ecos tronantes de la atmósfera veraniega, donde el para siempre, es ingénuamente reemplazado por el ahora, y la informalidad se camufla de compromiso. ¿Quién no atesora un febril y fugaz romance de enero?

Otros animales curiosos que habitan la urbe, y reaccionan de manera particular en la calma frente a la tormenta, son las libélulas o alguaciales. Antes de una tormenta, poblan el aire con sus figuras hetéreas, con la gracia de lo que fluye sin esfuerzo. No obstante su grácil apariencia, podemos observar que son presas de un frenesí, quizás impulsado por el calor, quizás regido por un orden estival, que hace que se busquen, que dancen en armonía, sin colisionar, para finalmente, fundirse en un abrazo fecundo, voraz y sexual.
Así, de repente, el aire se llena de un indisimulado festival orgiástico, en el cual los participantes parecen tener la prisa que viene de la conciencia de saber que se acaba la bonanza, se termina la calma, y se disparará la furia del temporal. Y parece no haber tragedia, a pesar del final predeterminado. No hay dolor profundo cuando se vive la entrega al presente que se sabe efímero.
No hay diferencia con los seres humanos devenidos rosarinos... Parecen incrementarse nuestras sensaciones, impulsadas quizás por las temperaturas diurnas y nocturnas, transporta nuestras feromonas en el ambiente, y las miradas de soslayo se vuelven indiscretas y muy directas... Volamos, fluimos, boliche, río, peatonal, parque, etc., etc., etc. Buscamos un partenaire para nuestra danza, y si lo encontramos, la intensidad del encuentro puede medirse en ¡kilotones! Un deleite dionisíaco, que no escapa a la caducidad de un festival. Finalmente, la falsa calma, dará paso a la tormenta perfecta, la tormenta de verano que estalla en el cielo y en el suelo. Nos barre de aquí para allá, nos azota, nos invade los sentidos y alborota nuestra memoria...
Nos encontramos a todas horas, no podemos aplazar, los besos se vuelven más sabrosos, las miradas más complices, los silencios nos impelen a abalanzarnos sobre el otro...
Finalmente, pasa el agua, se calma el aire, termina el verano, y la calma forzada de la monótona rutina, nos adormece a la espera de la próxima vigilia estival. Hay quienes se resisten a este movimiento natural, y quieren perdurar en algo que es irreal. El amor de verano, es como el brotar de una flor, esplendoroso, pero no está destinado a durar. Quienes así se empeñan, luego, han de sufrir el desarraigo de sostener algo fuera de época, casi antinatural.
Pero la mayoría, se adormece, y sueña los recuerdos de sol, de vuelo, de río, de parque... Y Rosario, como madre comprensiva, los acuna inperturbable hasta el verano siguiente.

jueves, 7 de enero de 2010

The harakiri situations...


Música sugerida: "You make my dreams come true" de Hall and Oates.


Con el solsticio de verano, comienza una fase particular del año. La ciudad lo recibe de manera singular, reaparecen escenarios que estuvieron en preparación para el festival de tres meses que se apodera de la atmósfera. Aparecen con renovado protagonismo las casas de Funes, con piletas y sol en sinfonía, los bares de la Florida de cara al río, y los mates vespertinos en el parque reemplazados por tererés o gaseosas frías.


Cada espacio se convierte en lugar de potencial recreación, Rosario parece desnudarse para que sus habitantes la exploren con hedonismo indisimulado. De alguna manera, lo mismo pasa con sus habitantes. La sugerencia se hace presente, a través de los asomos de pieles bronceadas y formas sutilmente definidas que aparecen dibujadas por las telas livianas de estación.


Con tal escenario dispuesto, la sensualidad se convierte en la obra a representar, y todos nosotros sus actores en versión libre. Algunas son comedias, otras dramas, otras, historias de amor, de locura, de muerte (llega a haber de esas también). Sea como sea, todos representamos nuestros papeles con gallardía y honor. A tal punto, que dejamos que con la temperatura, hierva nuestra sangre, y la pasión vence a la razón, aunque los resultados no son siempre los esperables. Éstas situaciones, son las que damos en denominar “The Harakiri situations”…


Ty estaba saliendo con un chico que le gustaba hace años. Si bien la situación no se definía como noviazgo, compartían salidas, cenas y películas. Pero el muchacho en cuestión no dejaba de lado su individualismo acérrimo, y tenía la costumbre de desaparecer sin noticias. Dejando a Ty colgado de su asombro y de sus dudas. Una noche de fin de semana, coincidente con una de las desapariciones del chico que había anunciado se quedarpia en su casa descansando, habíamos celebrado un cónclave en nuestra heladería de calle Pellegrini.


Entrada la noche, Ty emprendió el regreso en su auto, llevando a Ario como copiloto. Quiso el destino que lo cruzaran caminando por una de las calles del centro.


-          ¡Ahí va caminando! ¿Qué hago? – preguntó Ty con ansiedad indisimulada.


-          No sé…


-          Yo lo sigo… ya fue.


Así comenzó una persecución de película, de baja velocidad y luces apagadas. Lo siguieron a paso de hombre, especulando en cada cuadra y en cada parada, acerca de las intenciones y destino del chico. Ty imaginaba las formas en las que iba a reprocharle su engaño, su supuesto cansancio, y ensayaba las frases murmuradas con las que habría de castigar su engaño.


 Finalmente, se paró en la puerta de un edificio de la calle Paraguay, que desterrando toda elucubración, resultó ser ¡la puerta de su edificio! Pero no sería una situación de ridículo, si no fuese que al entrar, el chico, miró hacia la calle, y vio un auto en marcha, a un par de metros de su entrada.


-          ¿Qué hago?


-          ¡Arrancá! – contestó Ario, entre asombrado y divertido.


Sin demora, Ty pisó el acelerador, y el motor rugió haciéndose eco del grito contenido de su piloto. La cara de asombro del muchacho fue lo último que pudieron observar esa noche, antes de emprender una fuga precipitada… ¡marcha atrás! Manejaron así casi dos cuadras, dándose a la fuga de su cacería infructuosa.


El harakiri es el suicidio ritual que realizaban los samurais como alternativa a la deshonra. Llevaban una daga corta al cinto, y frente a la posibilidad de caer en vergüenza, tomaban la hoja y… ¡zas! Fuera entrañas y dignidad intacta. Sin dudas, muchas veces hemos estado en situaciones en las cuales esgrimimos dagas similares, en forma de frases, del tipo “tierra tragame”. Es que cuando domina la pasión, la razón solo puede observar, y como en una apuesta de todo por el todo, nos arrojamos sin preocuparnos de que quizás el resultado sea el ridículo. Pero, ¿nos importa realmente?


Uma seguía saliendo con su hombre, y si bien la relación no distaba mucho de un idilio de novela, tanta perfección literaria le resultaba incómodamente sospechosa. El cumpleaños del hombre cayó en una tarde de viernes. Uma había imaginado un día de compartir momentos de intimidad y tierno arrebujamiento, acorde a lo vivido hasta entonces. Sin embargo, el hombre se mostraba despreocupado, quizás porque no le gustara cumplir años, quizás porque pensaba en una clase de festejo que no la incluyera (esa era la pasión de Uma en forma de celos).


Intentó concertar un encuentro durante todo el día, pero él le seguía dando excusas. Sólo se mantenía firme en encontrarse a las nueve para cenar, que se presentara de punta en blanco. Ella sugirió ir antes, él le dijo rotundamente que no, que tenía pensado salir a… ¿correr? Uma imaginó en ese momento, todas las escenas del Decamerón, solo que no la incluían en las dionisíacas situaciones. Fue así, que tomando al toro por las astas, a las ocho y media se presentó en la puerta de su casa, con ropa sport, y el cabello recogido a las apuradas.


El hombre abrió la puerta atónito, y la sonrisa fue reemplazada por un rictus de sorpresa indisimulada. Uma se apresuró a entrar en la casa, y justo cuando estaba por disparar su diatriba belicosa, observó cómo el lugar estaba iluminado con infinidad de velas y detalles de agasajo romántico. Se giró y prestó atención al hombre, que se erguía vestido con la sobria elegancia que solo presta la ropa negra. El discurso preparado de reproches y sospechas se le atoró en la garganta, y sintió deseos de volver el tiempo atrás, sin embargo, el orgullo pudo más y solo articuló: “Voy a ducharme”.


A la salida de su baño, vestida nuevamente con ropa deportiva, se sentó a la mesa preparada para la ocasión en la terraza. Cuando las disculpas comenzaban a salir de su boca, el hombre minimizó la situación con un gesto, y  le pidió que bajara a poner la música. Uma se sintió enfadada y simplemente le dijo: “¿Por qué no bajás vos? “


Sin ofrecer otra palabra, el hombre bajó la escalera, y la música cesó. Segundos después, a las nueve de la noche en punto, volvió a aparecer en la terraza, seguido de dos violinistas vestidos de traje, que empezaron a tocar música de Bach.


Uma percibió que la situación era perfecta, salida de una comedia romántica. Todos los detalles configuraban una situación soñada, todos menos ella. En ese momento, hubiese deseado agarrar su cartera sin mediar palabra, acomodarse su peinado y retirarse a su casa a encerrarse en su placard.


A veces, hemos vivido sueños pesadillezcos en los que sentimos que nos observan por estar desnudos. Y la angustia nos acompaña incluso en la vigilia. No obstante al recordarlos concientemente, pensamos, “es ridículo temer a ese ridículo”. Lo mismo nos pasa con los momentos incómodos. A la postre serán excelentes anécdotas, sin embargo en el momento, nos embarga la emoción simple y llana de “me quiero matar”.


Una noche de viernes calurosa, de vuelta en nuestra heladería de Pellegrini, observamos que había un heladero nuevo. De hombros masculinos,  ojos clarísimos y amplia y blanca sonrisa. Muy atractivo. Captó mi atención de inmediato y lo observé al atenderme y cada vez que salió a ordenar y limpiar mesas. Quiso el destino que se comunicara conmigo, porque varios meses atrás, nos cruzáramos en msn, reconoció mi foto y decidió hablarme. Resultó que se había sentido impactado positivamente por mi presencia, me contó que salió varias veces esa noche de viernes a limpiar las mesas, aún cuando no era su trabajo, con la intención de darme un papel con su teléfono, pero que no se había animado. Concertamos una cita para un domingo a la noche, en la que me invitó a tomar cerveza (aclaración: no me gusta la cerveza para nada y tengo gran facilidad para embriagarme por falta de cultura alcohólica). No obstante accedí sin dilaciones.


Llegó la noche prevista, yo había salido la noche anterior con mis amigos, así que estaba sin dormir. Me duché y salí al encuentro… y comenzaron los contratiempos. Primero, anoté mal la dirección y me desvié cinco cuadras de su casa. Le dije: ”Estoy abajo, en la puerta de tu edificio”. Obviamente al salir, no me encontró. Solucionada la aclaración, fui a la dirección correcta. Quizás por los nervios del encuentro con un tipo muy lindo, quizás por el infernal calor que hacía, tomé uno, dos, cinco, seis vasos de cerveza. El segundo contratiempo fue consecuencia de la cerveza… no podía seguir la conversación con coherencia e hice preguntas inadecuadas, por obvias o por incómodas. Por ejemplo, habló apasionadamente de la odontología y yo pregunté ¿cómo alguien puede sentir pasión por los dientes? U otras del tipo, ¿de verdad te gusta ESA música?, etc.


El pibe alternaba sus caras de estupor frente a mis preguntas y mis erráticas acotaciones, con sonrisas cálidas. Pasó el trance, y horas entradas en la madrugada, se animó a besarme. Entre el calor, el alcohol y el alivio de poder callarme, me dejé llevar por la pasión y en una maniobra mal medida, me golpéo la nariz, y ahí, tercer momento, comenzó a sangrar profusamente. Yo no me había percatado inicialmente. Hasta que él me dijo… “tenés sangre en toda la cara…” En ese momento sentí la sensación cálida y ferrosa. Al instante percibí que su cara también tenía mi sangre, y no solo eso, la parte superior de su chomba blanca, ¡también tenían gotas rojas! El corazón comenzó a latirme más deprisa aún, y la temperatura pareció ascender unos veinte grados.  Aunque el chico me dio unos pañuelos de papel que pararon la hemorragia, yo hubiese querido desangrarme hasta la inconciencia.


Una vez escuché la sentencia “del ridículo no se vuelve”, sin embargo yo creo que el ridículo es una condición ineludible del experimetar la vida. En contraposición, los orientales sotienen que el opuesto a la vergüenza no es el orgullo, sino la humildad. Y ésta es quizás la clave para salir a transitar estas situaciones. La frente alta, un block de notas abultado y un lápiz de buena punta para ir a recolectar las harakiri situations, que serán sin dudas, las anécdotas a compartir, y las pruebas irrefutables de que lo hemos vivido. Después de todo, ¿quién te quita lo bailado?

viernes, 1 de enero de 2010

BRINDEMOS ( de Mex Urtizberea)

Música sugerida: "Moving" de Macaco.



Brindemos.
Brindemos todo lo que podamos brindar.
Brindemos por brindar.
Brindémonos.
Que todo el mundo brinde lo mejor que tenga para brindar.
Que cada uno brinde su aporte.
Que el mundo brinde oportunidades; que los economistas brinden soluciones; que los comerciantes brinden mejores precios; que la escuela brinde herramientas que sirvan; que el fútbol brinde espectáculo; que los políticos no brinden espectáculo.
Que los horóscopos brinden buenas noticias en amor; que los pronósticos no brinden fantasía; que los hospitales públicos brinden la mejor atención; que las empresas privatizadas brinden mejores servicios.
Que los vecinos se brinden ayuda; que los padres brinden apoyo a los maestros; que los maestros brinden apoyo a sus alumnos; que los alumnos se brinden ayuda entre ellos.
Que los automovilistas no brinden mucho si van a conducir; que la televisión brinde algo más y mejor.
Que se les brinde tierra a los sin tierra, techo a los sin techo, alimento a los subalimentados.
Que los sueños brinden realidad; que la realidad brinde algunos sueños.
Que la industria brinde trabajo bien remunerado.
Que las fronteras no brinden muros; que a las víctimas se les brinde justicia.
Que los lectores sigan brindando su tiempo para la lectura.
Que los libros brinden libertad.
Que los libreros brinden ofertas.
Que la historia brinde lecciones.
Que la naturaleza nos brinde sus disculpas; que nadie tenga que pedir disculpas por brindarse a su propia naturaleza.
Que los gobernantes se brinden a los ciudadanos.
Que las personas se brinden confianza; que los que se brindan por entero al prójimo sean festejados.
Que a nadie le falte un festejante con quien brindar.
Que el pasado nos brinde experiencia; que la experiencia no nos brinde sólo canas.
Que el Primer Mundo brinde un buen trato al Ultimo Mundo; que no se brinden acuerdos en desacuerdo con el mundo.
Que haya más brindados y menos blindados.
Que brindar por la paz sea más que una frase hecha.
Que la política brinde la posibilidad de evitar las guerras.
Que ningún gobernante, por brindar de más, inicie una guerra.
Que los soldados brinden en sus casas con sus familias.
Que la familia brinde un lugar para ser feliz.
Que la vida nos brinde siempre otra oportunidad.
Que todo el mundo brinde.
Que cada uno brinde su aporte.
Brindemos.
Brindemos todo lo que podamos brindar.
Brindémonos.
Antes del brindis, después del brindis, brindemos un tiempo mejor.
Brindemos un futuro.
Brindemos mañana: que todas las Noches pueden ser Buenas, si cada uno brinda al mundo lo mejor que tiene para brindar. Que nadie nos quita lo brindado.


De Malas palabras, setenta columnas y ninguna flor, de Mex Urtizberea, Sudamericana, 2006