lunes, 20 de septiembre de 2010

Decir adios... o hasta luego?

Música sugerida: "I need you now" de Lady Antebellum.


Pasó el invierno. Los días se alargan, el clima se templa, y las posibilidades de disfrutar se vislumbran renovadas en las sonrisas dibujadas de los transeuntes. La atmósfera rosarina se describe con la palabra "movimiento". Una oscilación que va pendular, entre los amagues de encierro por los últimos coletazos de un viento frío, desubicado en el tiempo, y la euforia por absorber el sol que se promete.
El parque al lado del río, rebosa de sonidos y fluidez, gente que va y viene, que se observa sin mirar, bullicio que se oye, sin escucharse. En la mesa de Flora, sentados de cara al río, Ale, Ario y yo, ensayamos una suerte de filosofía estacionaria. Mezcla de balance y visión de futuro. Proyectos laborales truncados, amigos que volvieron, amores que no fueron.
Ario, con la practicidad que lo caracteriza, sentencia: "Lo importante, es vivir en lo que existe; en el ahora. El resto no tiene sentido. Hay que desapegarse, aprender a decir ADIOS".
Nosotros acordamos con el convencimiento que surge frente a una verdad aplastante. Sí, sí. Hay que decir adios y seguir adelante. 
No se si es una cuestión de química nuestra, o es el común de las reuniones de amigos. Pero cuando estamos juntos, parece que esas cuestiones existenciales, se revelasen transparentes, sencillas y hasta obvias.
Volví a casa pensando en esos recuerdos que me construyeron y todavía me duelen con una actualidad pasmosa. Amigos que se fueron, situaciones que ya se vivieron, el amor concluso que me paralizó. 
Instantáneamente, me vino a la mente Nuñez. Hace un año en honor a la verdad, tomé coraje (o huí?) de esa relación a distancia que puedo decir sin titubear, fue el amor de mi vida. Recordé las veces que tuve que contenerme merced de mi voluntad, de no marcar su número y llamarlo para escucharlo reir. Las memorias que me sustraen del mundo, y me sumen en un filme mudo de anécdotas vividas. Los mates en el parque en Rosario y en capital, los regalos que nos hicimos, las cenas, las salidas, los besos, los te quiero...  
Saben mis silencios y mis afectos más cercanos, las lágrimas que aprendí a llorar cuando se terminó. Sí... ¡Y ese dolor! Que se dibuja como un hueco, un pozo insondable que fagocitó todo en mi vida. Me quedé sin risa, sin llanto, sin colores... Antes de vivirlo, si leía o escuchaba de alguien pasar por algo así, creía que se trataba de un exceso de dramatismo, o una falta de emociones en la vida. Pero me equivoqué. Llegué a prohibir decir su nombre en un ridículo intento de olvidar (o negar). 
Nada sirvió, y la vida continuó.
Sin dudas, debería decir adios. Pero ahí redica la trampa, "deber" no es "querer". Y cuando creo haberme desprendido del elefante que se sienta a mi pecho cada vez que recuerdo a Nuñez, aparece un mensaje suyo, o una invitación a alguna red social. Y mi pulso se acelera, sin perder la certeza de lo que ya fue...
Sin dudas, la vida es movimiento, entradas y salidas, encuentros y despedidas, pero hay situaciones y personas, a las que a veces no les podemos decir adios, sino un tímido (¿y esperanzado?) hasta luego...




Desde el ovnirosarino

1 comentario:

  1. Ojalá que su silueta deje de dolerte detrás de los ojos...
    Te quiero amigo!

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