Rosario, gente, amigos, neurosis, lugares, historias, modas, musica
jueves, 5 de agosto de 2010
Puertas y portazos...
Música sugerida:"Hero" de Regina Spektor.
Una ola polar... Gente arrebujándose en camperones y abrigo que nunca alcanza. Caminando como vectores, directos, sin casi intercambiar miradas. Certeros a los lugares a los que deben ir. Ni el invierno hace cesar el movimiento urbano, pero lo dota de un matiz impersonal. Donde las miradas ya no están en el afuera, sino vueltas hacia adentro. El viento cortante zumba, y Rosario invita desde las vidrieras de los bares a las pausas reflexivas de los encuentros entre amigos.
Me suena el celular volviendo del trabajo; un mensaje de Ti citándome para un café en media hora. Me cambio, me enfundo ropa oscura y gorro de rigor, y empiezo a caminar calle Córdoba. Cruzo plaza San Martín, sigo directo al centro. Miro de refilón mi reflejo en las vidireras, y noto mi radiante palidez... Me convertí en toda una creatura del invierno rosarino.
Entro en el Mc Café y enseguida me embarga el bullicio y la calidez del refugio concurrido. Con capuccinos en la mesa y vasos grandes de soda, nos ponemos al día de nuestras vidas. La puerta trasnparente no cesa su vaivén, como un testimonio de que la vida circula en la ciudad, con calor propio, en forma de su gente.
Ti me cuenta que Lupo conoció a un farmacéutico, y que instantáneamente comenzaron a planear un ensayo de noviazgo. Lupo tiene una vena muy práctica, basta hablar con el quince minutos, para saber que se anima a abrir puertas, experimenta, se asoma, se alegra, se frustra... no teme. Según él, la oportunidad no es más que adentrarse entero a lo que puede ser.
Con el calor del café, salimos a plantar cara al gélido paisaje. Caminamos en el paisaje plomizo del happy hour, donde circula la gente camino a las mesas resguardadas, sin perder un minuto.
Personas que entran y salen, que est´´an en la calle lo necesario para poder llegar a estar en otros lados.
Llegamos a una tienda y nos metemos dentro, un empujón de aire me saca la puerta d ela mano, y un portazo anuncia que entramos al local. Mientras miramos lo que se ofrece y ensayamos situaciones donde usaríamos los atuendos interesantes, me cuenta Ti que aún sigue viendo qué puede llegar ocurrir con respecto al chico con el que se está viendo. No han establecido el contacto que él hubiese esperado en un noviazgo, pero hay algunas situaciones y sentimientos que le dicen que quizás sea algo más que simples encuentros informales. Decidió que dejará las cosas fluir y que se acomoden como deban ser. Ti, con la paciencia del que es optimista y cauto, dejará la puerta entreabierta.
Me compro un saco que está a muy buen precio, que deberé esperar a días más cálidos para estrenarlo. Mientras Ti me acompaña un par de cuadras volviendo del centro, caminamos y hablamos sobre cómo resulto mi reencuentro con un ex. Volvió de Europa hace un par de meses y nos hemos encontrado intermitentemente en distintas fiestas y salidas, a veces con cruces pautados, otras veces por las vicisitudes de una ciudad no muy extensa. Me pregunta qué tal salió una cita que había tenido con el sujeto en cuestión, en la cual fuimos a comer a Sana Sana, uno de mis restos favoritos, por el menú vegetariano. Y contesto con una verdad contundente. Sinceramente, lo quiero mucho, pero creo que esa historia está cerrada. Hay un cariño que permanecerá siempre, pero el momento de que hubiese podido germinar en algo mas, pasó con las estaciones y los meses. Se me revela mi naturaleza tajante respecto a decisiones tomadas. No habrá vuelta atrás con él. Esa historia se cerró con un portazo.
Me despido de Ti, subo al ascensor, y pienso en la analogía de las puertas y las elecciones... Abrimos puertas, con timidez o determinación... A veces, las mantenemos abiertas, para poder saber con certeza cuál será el siguiente paso a dar, o por imposibilidad de concluir situaciones... Otras, elegimos terminar, cerramos la puerta a algo vivido, construímos un recuerdo; Con el peso de una epifanía seguida de un portazo, o con la sutileza de una despedida amable, de algo que fluye hacia la dispersión.
No hay gran ciencia en elegir, más que el coraje de abrir, asomarse, entrar o cerrar y seguir. Puede que sea incierto, agotador, hasta frustrante, pero al menos yo, cuento con laderos de lujo, amigos de "fierro" que se paran a mirar conmigo por las cerraduras, con un café de por medio.
Que siga la ola polar azotando puertas y ventanas...
Desde el Ovnirosarino.
jueves, 22 de julio de 2010
A los cuarenta...
Música sugerida: "Waiting in vain", Annie Lennox
A los 40?
40 años, mitad de una vida (bueno de una vida normal, hasta los 80, ¿cuánto piensan vivir?, más de 80?, ok, pero sepan que no tiene gracia mearse y guardar los zapatos en la heladera).
A los 40 uno empieza a pensar en la vida útil que le va quedando no?, unos 20 años más?. Con vida útil me refiero a los años de vida restantes en los cuales el cuerpo todavía va a poder responder a los estímulos, con mediana velocidad y resistencia (como el club).
En fin, cuánto tiempo queda por compartir dignamente con este cuerpo que se va muriendo?.
Entonces además del apuro del tiempo que pasa implacable, uno, a esta edad, se supone que además debería ser adulto, hace rato, o sea, debería haber aprendido a pensar con la cabeza fría, de acuerdo a las posibilidades reales, planificando un futuro, etc, etc.
Y si uno se encuentra solo a esta edad (soltero, divorciado, viudo, con o sin hijos), y uno no quiere estar solo, la pregunta del millón empieza a ser, me vuelvo a enamorar o me busco un compañero/a que no me rompa los huevos?
Me interesa volver a sentir la chispa, el vacío en el estómago, las maripositas?, o quiero mirar una peli, comer una pizza, y si no hay pasión, cariño, mimitos, no importa?
En el milagro de la chispa, se nos abre una puerta en el pecho y sale un haz de luz de cada una de las personas involucradas, y la conexión que se logró en ese instante, es única y exquisita. Un milagro que se activa con un beso, una mirada, un roce, lo que sea. Es energía pura, no necesita mediar contacto.
El compañero de la peli y la pizza, se va logrando con el tiempo, a fuerza de amoldarse y enmudecer, no es un milagro.
A los 20 uno es completamente visceral, se manda, salta sin red, se suicida en cada encuentro con otro ser humano.
Quizás a partir de los 27 años, hasta casi los 40, uno se va poniendo cada vez más cerebral, menos improvisado, más de cartón. Para no sufrir?, quizás.
Y sorprendentemente, a los 40, quizás por percibirnos mortales, volvemos al comienzo de la rueda, y retomamos lo visceral.
Empezamos a preferir un minuto vivido a full, que meses y meses de compañía fría y desgastada.
El encuentro romántico abre puertas del alma, que ninguna otra cosa logra abrir. Uno explota desde adentro y deja escapar vida pura. El poder que sentimos cuando estamos enamorados, nos iguala a los dioses. Y la química se logra con esa única persona, que no sabemos quien es, y que en cualquier momento lo tenemos enfrente nuestro.
Y una vez que ocurre, dura para toda la vida así?, no necesariamente. Puede que haya sido sólo ese momento. Para toda la vida, lo único que queda, es el recuerdo de haber sido parte de un milagro.
Valdría mucho la pena encontrar a la persona que nos encienda la chispa, con quien también podamos ver la peli y comer la pizza…
Para eso, y cuando el corazón lo indica, hay que dejarse llevar, abrir las puertas, entregarse, quedar expuesto, saltar sin red…estás dispuesto?
De la pluma de Uma
lunes, 19 de julio de 2010
Amigos... Say no more
Tras la muerte de su amigo en 1974, Borges escribió el poema «Manuel Peyrou», incluido luego en Historia de la noche:
Suyo fue el ejercicio generoso
de la amistad genial. Era el hermano
a quien podemos, en la hora adversa,
confiarle todo o, sin decirle nada,
dejarle adivinar lo que no quiere
confesar el orgullo.
Suyo fue el ejercicio generoso
de la amistad genial. Era el hermano
a quien podemos, en la hora adversa,
confiarle todo o, sin decirle nada,
dejarle adivinar lo que no quiere
confesar el orgullo.
lunes, 12 de julio de 2010
La chispa...
Música sugerida: "In these arms" de The swell seassons.
Es sabido que cuando dos cuerpos entran en fricción, se produce energía que queda liberada. La mayoría veces, no deja de ser un roce cálido, pero algunas veces, se da una combinación perfecta, que posibilita la aparición de la chispa. Una pequeña luz, un brillo explosivo y breve, que alimentado con los elementos correctos, puede convertirse en una hoguera voraz. Todo gran incendio, comienza con una sola chispa...
Rosario, a pesar de su fría y húmeda fachada, esconde la promesa de una pira. Miles de personas rozando sus calles, sus muros, rozándose en encuentros casuales y programados. Con prisa, con parsimonia, con intensidad, con suavidad. En esta suerte de pedernal urbano, oscilamos en la búsqueda de la cosa mágica y excepcional que ilumine nuestros días.
Sábado a la tarde, y yo yendo a buscar a Uma para tomar mates en nuestro rincón frente al río. Mientras esperamos que la pava silbe, hablamos, como quien no mide el peso de lo dicho, del estado del amor en nuestras vidas. Uma sigue en pareja con "el hombre", atravesando el abanico de momentos que hay en toda relación. No obstante, llenando el termo, me dice: "Yo me quiero enamorar alguna vez... Con "el hombre" está todo bien, pero falta eso". No es descabellado lo que dice, todos pasamos por momentos en los que buscando ser abrasados de pasión y amor, no logramos mas que la calidez de la ternura, dado por un roce estéril de la chispa. Alguien me dijo una vez, que uno puede enamorarse mucho después de conocer a una persona. Será un descubrir capas más profundas, tal vez. Si así fuera, si hay acto de descubrimiento, sería patrimonio de la razón. ¿Puede ser ese impacto un acto pensado o postergado? ¿O es del reino de lo intuitivo y sorpresivo?
Ya sentados en el césped, mirando el tránsito anónimo de la multitud que pensó que también era un buen día para salir a un parque, seguimos dándole vueltas a la cuestión. Se ven pasar uniones variopintas, pares dispares y otros perfectamente combinados. Olas y olas de personas caminando en sentidos opuestos, pero sin colisionar. como siguiendo las órbitas invisibles de un movimiento natural. ¿Serán concientes de que se mueven? ¿Sabrán quién es su compañera o compañero de viaje? ¿Habrán encontrado la chispa, o solo se conforman con el calor del frotado?
Al cabo de un rato, llega Ti a unirse al grupo. Cuenta que conoció a un chico en Buenos Aires, que visceralmente, le hace saber que es alguien especial. Al punto de llevarlo a ese estado de soliloquio, en el que sólo hay palabras para describir las virtudes de quién nos roba la mirada. Cuando le pregunto cómo está seguro de que algo tan inmediato puede significar tanto, me contesta simplemente: "Cuando es algo especial, lo sentís. Si no, más vale ni te metas". Al parecer, la ecuación se reduce a la máxima, hay algo que pasa, o que no pasa. sea como sea, uno es conciente de ello desde el primer momento.
Unos días atras, volvía a casa caminando la peatonal. Antes de cruzar a Plaza Pringles, siento un chistido. Me giro, y lo veo a Dexter. Un tipo sumamente talentoso, inteligente y divertido. Yo creí por las últimas noticias, que estaba viviendo en capital. Nos pusimos a conversar, y me contó que efectivamente, tenía un proyecto de arte muy importante; que estaba en la ciudad para terminar detalles, mientras conseguía un p.h. por la zona de Palermo o Belgrano. Dexter tiene la lengua de seda, sabe qué decir, cómo y cuándo. Y a la luz de la razón, es más que adecuado para empezar una relación. Sin embargo, falta esa sal. Ese algo que impulse a dar el salto. Si me embarcara en algo que de movida no me llena, ¿no sería un acto de hipocresía? ¿O uno debería probar a ver si después puede llegar a enamorarse? Como buen racionalista, abogando a la diplomacia, esquivé la invitación a un café. Expuse someramente mi posición afectiva del momento, y me fuí a casa. Concertamos un encuentro relajado, sin fecha ni lugar, de esos que casi nunca llegan a concretarse...
Me puse los auriculares nuevamente, y me predí entre la multitud de calle Córdoba al sonido de "Don't look back in anger".
Quizás no haya una respuesta única a esta cuestión. Algunos simpplemente encuentran la chispa, otros encuentran la manera de producirla. Puede ser que haya mucha gente que ni la conozca, o no la necesite. Yo, por lo pronto, he quedado pegado al clisé "el corazón tiene razones que la razón no entiende", y por eso sigo caminando despacio, rozando, rasando...
Ovnirosarino
sábado, 19 de junio de 2010
La Gravedad del otoño...
Música sugerida: "Just say yes" de Snow Patrol
La somnolencia otoñal cubre la ciudad, y entre desperezos, los rosarinos caminamos las calles ocres y doradas. Hay un llamado primordial a recostarse, a yacer. A dejarse vencer por la gravedad húmeda, a veces gélida, que subyuga los cuerpos y los encorva en su tránsito impersonal por las aceras. Se siente el peso del mundo, o de los mundos. Cada quien cual Atlas, va cargando una esfera celeste, privada y compleja, que constituye su Universo privado. Humilde, cotidiano, pero irrepetible y vasto a la vez... No hay estampa más otoñal que la ribera en una tarde de domingo. El paseo de ladrillos, con isletas de cesped renuente a desaparecer, entra en contraste con el tono plomizo del río y la desnudez a medias de los árboles del parque. En ese escenario surrealista me di cita con una amiga,
Esperanza, para tomar mates y ver el desarrollo del espectáculo de la vida. Ahí, entre las infusiones telúricas, se colaron las reflexiones sobre el ayer, el hoy, y el mañana. Concatenados por la fuerza invisible de la Gravedad, que las vuelve un uno. Esperanza disparó la máxima "Ni ahí que creo en las casualidades, pero tampoco en las causalidades." La frase resonó con un eco constante y sólido. Miré la escena del parque con la mirada vaga y fuera de foco, del que mira para afuera, con los ojos hacia el alma. Y se hicieron visibles las órbitas que trazaban las personas, con sus historias, sus acercamientos y sus impulsos de repulsión. Atados por cuerdas intangibles en un baile que da forma a las vidas. Los que se miraban embelesados, los que estaban próximos en cuerpo, distanciados en espíritu, los que eran padres, los que eran hijos, amigos, amantes, amados. Un azar reglado que quizás nos presente a aquellos que serán parte de nuestro universo personal, como estrellas fulgurantes o apenas opacas lunas. En ese momento, se me reveló la gravedad de tal hecho.
Sin demora, me llegó la presencia de Nuñez. Entró a mi vida durante el cénit de un verano, y se diluyó en el trajín del mundo con la caída del follaje, a finales de un otoño. Vino sin que me lo proponga, estaba yo en un boliche de verano, en las costas de Argentina, y como impulsado por una fuerza invisible, nos cruzamos una, dos, tres veces, hasta que se acercó a hablarme y ahí, el vaivén del movimiento gravitarorio, encontró equilibrio desatando un sueño surrealista. Idas y vueltas entre Rosario y Capital. Ansias por llegar, angustias por volver.
Todo aquel que se haya dedicado a vivir, tendrá un relato similar. Novelas parecidas, pero distintas, únicas e irrepetibles, tan viejas y conocidas como la caída de las hojas. De esas que aún sin haberlas vivido, se intuyen.Al principio, traté de oponerme a ese encuentro titánico. Apelé a todas las formas de intelectualización posibles, restando importancia al hecho de pensar cada día, cada minuto, en sentir su presencia. Sin embargo, me fue tan imposible, como a la Luna liberarse de su lugar natural. Primero, me regalo un "te quiero", y me sentí más liviano que el aire, volando libre en un éter de plenitud. Pero, como a toda acción le supone una reacción de igual intensidad, me embargó el miedo de verme alejado del suelo conocido, sin el cobijo de la gravedad. Una noche, cuando ya sentí que mis fuerzas habían flaqueado frente al peso de la situación, desaté una retahíla de frases similares a navajas. Frases que Nuñez recibió en silencio, y respondió con un "...y yo te amo". No pude más que saber que estaba frente a un hecho de gravedad trascedental en mi vida. Porque el amor era mutuo...
Muchas veces, sentimos el impacto de la conciencia de estar escribiendo nuestra historia. Momentos de lucidez que nos ponen exultantes, donde florecemos y disfrutamos de los frutos dulces de lo que sin dudar, podemos llamar momentos de felicidad.
Pero la Tierra giró y los días pasaron, los vientos se volvieron más fríos, y el ímpetu que nos unía, se fue rindiendo al letargo de la ciudad, que se tejía un manto con los recuerdos estivales para sacudirse el otoño que la acunaba.
Y así, sin que el mundo se inmute, se terminó. Todo lo que sentía, la enormidad que había habitado en mi pecho, quedó sin asidero. Una a una, todas las ilusiones empezaron a desprenderse como hojas muertas, cautivas del capricho de los movimientos de repulsión. Y de pie, muerto en vida, como un árbol de cara al invierno, viví en una especie de sopor, la sucesión de domingos a la tarde, frente al río. Sin grandes estridencias, el amor de mi vida se convirtió en un recuerdo de café de otoño.
Sin poder elegir del todo qué vivir, a quién conocer, a quiénes amar, podemos libremente desear, soñar y atrevernos. Siempre podremos optar por averiguar qué aprender, de quién y cuando. No obstante, es quizás la gravedad la que determine en ultima instancia, que las cosas caigan bajo su propio peso.
ovnirosarino
miércoles, 12 de mayo de 2010
Bendición a mis amigos
POEMA ESCRITO EN EL SIGLO XIX
Te deseo primero que ames,
y que amando, también seas amado.
Y que, de no ser así, seas breve en olvidar
y que después de olvidar, no guardes rencores.
Deseo, pues, que no sea así, pero que sí es,
sepas ser sin desesperar.
Te deseo también que tengas amigos,
y que, incluso malos e inconsecuentes
sean valientes y fieles, y que por lo menos
haya uno en quien confiar sin dudar
Y porque la vida es así,
te deseo también que tengas enemigos.
Ni muchos ni pocos, en la medida exacta,
para que, algunas veces, te cuestiones
tus propias certezas. Y que entre ellos,
haya por lo menos uno que sea justo,
para que no te sientas demasiado seguro
Te deseo además que seas útil,
más no insustituible.
Y que en los momentos malos,
cuando no quede más nada,
esa utilidad sea suficiente
para mantenerte en pie.
Igualmente, te deseo que seas tolerante,
no con los que se equivocan poco,
porque eso es fácil, sino con los que
se equivocan mucho e irremediablemente,
y que haciendo buen uso de esa tolerancia,
sirvas de ejemplo a otros.
Te deseo que siendo joven no
madures demasiado de prisa,
y que ya maduro, no insistas en rejuvenecer,
y que siendo viejo no te dediques al desespero.
Porque cada edad tiene su placer
y su dolor y es necesario dejar
que fluyan entre nosotros.
Te deseo de paso que seas triste.
No todo el año, sino apenas un día.
Pero que en ese día descubras
que la risa diaria es buena, que la risa
habitual es sosa y la risa constante es malsana.
Te deseo que descubras,
con urgencia máxima, por encima
y a pesar de todo, que existen,
y que te rodean, seres oprimidos,
tratados con injusticia y personas infelices.
Te deseo que acaricies un perro,
alimentes a un pájaro y oigas a un jilguero
erguir triunfante su canto matinal,
porque de esta manera,
sentirás bien por nada.
Deseo también que plantes una semilla,
por más minúscula que sea, y la
acompañes en su crecimiento,
para que descubras de cuantas vidas
está hecho un árbol.
Te deseo, además, que tengas dinero,
porque es necesario ser práctico,
Y que por lo menos una vez
por año pongas algo de ese dinero
frente a ti y digas: "Esto es mío".
sólo para que quede claro
quién es el dueño de quién.
Te deseo también que ninguno
de tus defectos muera, pero que si
muere alguno, puedas llorar
sin lamentarte y sufrir sin sentirte culpable.
Te deseo por fin que, siendo hombre,
tengas una buena mujer, y que siendo
mujer, tengas un buen hombre,
mañana y al día siguiente, y que cuando
estén exhaustos y sonrientes,
hablen sobre amor para recomenzar.
Si todas estas cosas llegaran a pasar,
no tengo más nada que desearte.
VICTOR HUGO
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